«‘No me falte el aire’ es una obra que me duele mucho y, a la vez, me abraza»

Alba Saura (Murcia, 1989) continúa repensándose. Y repensándonos. A los que somos de su generación y, a través de nosotros (y de ella), a los que no; a los que ya pasaron por donde ahora algunos nos encontramos, con la mochila llena de incertidumbre y en busca de nuestro lugar en el mundo. En busca de quiénes somos y de la madurez, esa que cada vez parece que está más lejos. La cuestión es que la joven dramaturga –hija del director de escena Antonio Saura y de la actriz Esperanza Clares– confía en encontrar en ellos (en sus padres y en los padres de estos) la respuesta a todas esas preguntas que nos abordan; porque la familia nos marca, y también el pasado de esta. Sobre ello reflexionó hace ahora un par de años con motivo del estreno el Teatro Villa de Molina de Mi cuerpo será camino, y ayer lo volvió a hacer en palabras para La Opinión aprovechando la presentación mañana en el Teatro Circo de Murcia de No me falte el aire, la segunda parte de la Trilogía del Camino de Alquibla, su familia, «la literal y la construida».

¿Dónde la pillo?

Estoy en Barcelona, que es donde vivo. Mañana [por hoy] por fin podré a bajar a Murcia para el estreno. Ya sabes, lo de vivir entre dos mundos; en cierto modo, de eso va un poco la obra…

Lleva ya unos cuantos de estos a sus espaldas, pero… ¿ya siente los nervios del estreno? Al final, esta no es una obra cualquiera.

No, desde luego. Y eso hace que sí, que ya se empiecen a sentir los nervios del estreno; seguramente más que con otros proyectos. Por varios motivos. Para empezar, por la importancia que tiene para la compañía el proyecto en su conjunto, la Trilogía del Camino, pero también porque, al igual que ocurría con Mi cuerpo será camino, en No me falte el aire hay un cierto componente de exposición. Al final, esta obra habla de mí y de mi generación, de mis amigas y amigos, de todos los que estamos ahora cumpliendo los 30 y, de alguna manera, buscamos ubicarnos en la vida.

Con algunos de los actores implicados comparte generación…

Sí: Cristina Aniorte, Nadia Clavel y José Ortuño. Con ellos he compartido mucho (ese lugar común que es la treintena, ese vivir en un espacio de incertidumbre que parece propio de nuestra generación…), y contar con ellos es especialmente bonito sobre todo por poder comparar nuestra experiencia con lo que fue la juventud para Esperanza Clares, Julio Navarro y Pedro Santomera, que son los otros miembros del elenco de No me falte el aire. Ese ‘enfrentamiento’, ese análisis y la reflexión que se hace sobre qué ha supuesto la idea de la juventud a lo largo del tiempo es clave en esta obra.

El equipo artístico –no solo interpretativo, también directivo y técnico– es prácticamente calcado al de Mi cuerpo será camino; todo queda en familia. Supongo que eso también ayuda…

Sí, claro. Hay un momento en el desarrollo de un proyecto como este en el que yo, como dramaturga, es como si ‘abandonara’ la obra, como si la dejara enteramente al cuidado de otras manos; pero son manos muy conocidas…, las de mi familia, la literal y la construida [Ríe]. De hecho, una de las cosas más bonitas de este trabajo es haber podido estar escribiendo y escenificando por medio de un lenguaje común, que todos compartimos, y desde la certeza de que todos sabemos dónde estamos y lo que estamos haciendo.  

¿Cuándo escribió Mi cuerpo será camino lo hizo ya pensando en esta trilogía? 

Mira, una de las cosas que más me gustan del teatro es que te permite soñar. Y yo recuerdo que cuando empezamos con aquella primera obra enseguida se nos pasó por la cabeza esta idea, la de hacer una trilogía sobre el ‘camino’: una sobre los movimientos migratorios, otra sobre el paso a la madurez y otra sobre la vejez. O sea que sí, había ya entonces algo de todo esto desde casi el principio; esos impulsos, al menos, los que iban planteando las dos siguientes obras. Aunque claro, siempre queda la duda de si va a ser posible llevar todo eso a cabo…

Pero lo ha sido, y la han (o ha) bautizado como la Trilogía del Camino, pero más que por ser tres partes de una misma historia, la conexión entre estas obras reside en ese concepto de ‘tránsito’. 

Eso es. El enlace está en la forma de contar, en el planteamiento y en esa idea de los viajes vitales.

¿Cuál es el matiz que diferencia Mi cuerpo será camino de No me falte el aire?

Pues eso, que son tránsitos diferentes. Mi cuerpo será camino hablaba de los movimientos migratorios desde una perspectiva amplia, por eso es una obra que nos hace viajar por geografías y épocas muy distintas, que pone un espejo y nos invita a encontrar las relaciones entre todas estas historias. Y el tránsito ahora es el de la juventud a la madurez, y el viaje, el del pueblo a la ciudad, el de lo rural a lo urbano; un salto entre dos espacios a lo largo de los cuarenta años que llevamos de democracia y que nos permite pensar en los diferentes pasados y en esas historias de juventud.

El elenco protagonista de 'No me falte el aire'.

El elenco protagonista de ‘No me falte el aire’. L. O.

Cuando charlamos por el estreno de Mi cuerpo será camino hablamos de hasta qué punto se trataba de un texto influido por su propia experiencia vital, por ser hija de una generación. En este caso, esa sensación es casi más acusada, pero que nadie se asuste: No me falte el aire trata cuestiones universales.

Claro. Si bien es una obra que escribí yo con 33 años, desde ese lugar central de la treintena que anima hacia la madurez, también está inspirada en el diálogo de esos jóvenes con sus padres, en la juventud de estos, en su pasado…, de manera que hay una interpelación directa a nuestra generación, pero desde un punto de vista intergeneracional. Y, en este sentido, debo decir que es una obra que me duele mucho y, a la vez, me abraza, porque habla de ansiedad, pero también de reverdecer; de la incertidumbre que provoca la ausencia de una serie de bases construidas en el pasado y prometidas para nuestro presente –sobre todo a nivel laboral– y, a la vez, de cómo nos enfrentamos a los retos de este tiempo, de ese grito ansioso de nuestra generación y de cómo construir una comunidad que permita que no nos falte el aire.

¿Tanto nos marca el pasado de nuestras familias?

Creo que sí, y que es algo que no podemos eludir. Por eso una parte importante de la construcción de esta obra son esos diálogos intergeneracionales, porque nuestros padres y madres siguen representando ‘lo que debemos ser’, pero confrontamos eso con un tiempo, este tiempo, que no es ni mucho menos el que ellos vivieron, y es en esa tensión constante en la que encontramos las estrategias para entender quiénes somos. Por eso me pregunto, por ejemplo, cómo fue mi madre de joven, qué miedos tuvo, si salió de fiesta, cuáles fueron sus momentos de diversión y cuáles lo fueron de ansiedad, e intento entender cómo esa figura materna, con sus imposiciones lógicas, también tuvo que enfrentarse en su día a nuestros abuelos. Y desde ahí, en esa búsqueda de la identidad, hay todo un espacio en esta obra para la lucha por la libertad, que es propia de la juventud en tanto en cuanto es el momento en el que te vas a encontrar, en el que vas a ver quién eres y a afrontar tu construcción a futuro.

Y… ¿es optimista respecto a nuestra generación?

[Ríe] Creo que es clave para ese ‘reverdecer’ el buscar dentro de nosotros mismos y aceptar cómo somos, nuestros orígenes y dónde nos queremos ubicar, ahora más que nunca. Pero también necesitamos romper con ese ‘sálvese quién pueda’ que nos impone el mercado laboral y construir comunidad, redes que nos mantengan a salvo. Si lo vamos a lograr o no…, habrá que ver, pero solo enfrentándonos a todas esas situaciones (laborales, vitales y generacionales) podremos, efectivamente, reverdecer. Así que… sí, el mensaje es esperanzador, pero hay que trabajar en ello.

Por último, Alba: sé que no debería ni preguntarle porque ahora a lo que estamos es a No me falte el aire, pero… ¿algún detalle de por dónde van a ir los tiros en Lo más hermoso todavía, que va a ser la pieza que cierre esta trilogía?

Será el cierre de puertas; pero un cierre de puertas sereno. Tratará sobre llegar a la vejez, sobre cómo afrontamos y aceptamos el paso del tiempo, sobre el legado que dejamos y cómo acompañamos en ese tránsito, en ese final del camino.

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