ALEXIA SALAS. La Verdad de Murcia. 6 de agosto de 2024.
<<Dime que no se ha acabado nada (…) dime falta lo más hermoso todavía>>, reclama Esperanza Clares (Isabel) en la obra que la compañía murciana Alquibla Teatro estrenó anoche en el 54 Festival de Teatro, Música y Danza de San Javier.
En el año en que la compañía fundada por Esperanza Clares y Antonio Saura cumple 40 años, todo resuena épico, con la reverberación de las grandes obras, porque lo es haber llevado hasta hoy con salud e ilusión un proyecto tan idealista, de esos que un padre intenta quitarte de la cabeza cuanto antes.
No sólo han alimentado a la criatura con clásicos, mucho trabajo e imaginación, sino que además han sabido sembrar y recolectar nueva cantera. En este caso, Alba Saura-Clares, la nueva generación de Alquibla, ha llegado pisando fuerte con nada menos que ‘La trilogía del camino’, cuyas dos primeras partes se vieron en el Teatro de Invierno de San Javier, que siempre recibió a los Alquibla con los brazos abiertos a cada nueva propuesta.
En ‘Lo más hermoso todavía’, la joven dramaturga lanza varios órdagos al espectador, desde el miedo congénito al olvido, siempre entre los insomnios del hombre, hasta la desigualdad laboral, la impresión social, la conciliación, los silencios familiares, o la dificultad tan nuestra para vivir el presente.
Todo gira alrededor de Isabel, la fotógrafa de prensa que repasa una vida entera como testigo de la historia, metida en todos los berenjenales del siglo XX, desde el golpe de Pinochet en Chile a las revueltas de los mineros asturianos. Complace e intriga ver a Esperanza Clares tan ágil, entusiasta y enérgica como en aquella lejana noche de verano shakesperiana. La pasión por el teatro debe tener mejores efectos que el retinol. Su Isabel va y viene del pasado en un constante flashback’: a medida que sus descendientes abren las innumerables cajas de cartón que invaden el escenario, una vez que la reportera ha fallecido. La demencia senil, el deseo de perdurar, el desasosiego de los hijos ante el deterioro materno e incluso ante sus revelaciones ‘post morten’, salen a la luz.
Como suele suceder, la orfandad desorienta a los hijos y resquebraja su propia identidad, lo que da a lugar a reacciones diversas, desde la histeria al recelo, emociones que dejan ver Cristina Aniorte (Lucía) y Pedro Santomera (Carlos). La magnánima dulzura que transmite el viudo, incluso en pleno duelo, lleva a Julio Navarro (Pepe) a poner la moraleja final, con ese ‘carpe diem’ que aconseja al término de una obra en la que actores y actrices no pierden el resuello, a pesar de la aceleración que imprimen los cambios de tiempo, de vestuario y escenografía. Con el guardarropas a la vista, completan cien minutos de vorágine escénica moviendo mobiliario y cambiando de prendas.
Esa amargura que acompaña a la fotógrafa hasta el final de sus días, por el olvido seguro que la espera y los remordimientos de una maternidad ausente, se diluyen en la complicidad del marido y la nieta. Libretas manuscritas y fotografías del revuelto siglo XX componen la memoria de una testigo de primera línea, que invade la escena por medio de una gran pantalla.
Alquibla corona su aniversario con una obra que es también un homenaje al periodismo y su valor tan necesario como transitorio, un mal aliado para la inmortalidad.