UNA SOCIDAD “TARTÚFICA”
Diario de Cádiz, miércoles, 28 de octubre de 2009
Désirée Ortega Cepa
Comedia no es sinónimo de cómico, sino que dentro del arte dramático, con sus retratos de los defectos y afectos de la vida cotidiana, es el mejor espejo frente a la naturaleza. Así viene reflejado, y nunca mejor dicho, en el espacio escénico de esta propuesta del texto de Molière, con tres grandes lunas con marco dorado que copan el escenario. Brillantes y ostentosos pero no pulidos, los espejos devuelven una imagen difusa de los personajes, como sombras de colores que los acompañan, y los convierten también en elementos escenográficos. La versión tiene la agilidad del lenguaje actual, aunque mantiene giros y expresiones que nos recuerdan que se trata de un texto clásico, como una casa moderna donde guardamos como oro en paño los muebles de caoba de la abuela. Los actores nos la presentan adecuadamente matizada y sus interpretaciones son coherentes con la caricatura de sus personajes, aunque algunos difieran de la idea previa que cada uno pudiera tener por ser una obra conocida, leída y estudiada de antemano. Sin embargo, algún condimento falta en este plato para que sea de carta y no de menú. Quizá no baste en el caso de los clásicos, con vestirlos a imagen y semejanza de nuestra moda; quizás no sea suficiente con reconocer que siguen vigentes muchas de las situaciones que presenta la obra, pues hoy sí tenemos suficientes canales para criticarlas. Quizá lo que nos falta se otro Molière, que sea capaz de coger por los cuernos el toro de lo políticamente correcto de esta sociedad que sigue siendo “tartúfica”
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